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El cuerpo como territorio emocional


Cuando hablamos de emociones tendemos a visualizarlas como algo nebuloso y abstracto que no tiene conexión directa con lo tangible y lo observable. Si nos preguntan dónde habitan, quizás pensemos en la mente o en el corazón, sin saber con certeza donde buscarlas… Haz la prueba y pregúntate: ¿Qué siento ahora? Y eso que siento… ¿dónde está ubicado?

Esta desconexión básica del sentir es lo que genera en gran medida la existencia de muchas enfermedades y sintomatologías, pues aunque no tengamos consciencia de ello, la emoción, se aloja directamente en nuestro cuerpo. Es allí donde se refugia y se cobija, como lenguaje del alma. Y la escasa claridad que tenemos de aquello, es lo que nos hace olvidar que funcionamos como un todo, y que la sola idea de separación cuerpo y emoción, no es más que una falsa creencia de fragmentación heredada de viejos paradigmas que ya no encuentran cabida ni funcionalidad en el presente.

Entonces puedes preguntarte ¿Dónde habita mi pena? ¿Dónde guardo la rabia?, ¿En qué parte de mi habita el rencor? Y esto que me duele… ¿Será la culpa? En nuestros cuerpos coexisten infinidades de memorias y tejidos emocionales que como redes se van vinculando y haciendo conexiones complejas. Recuerdos personales, memorias familiares e información colectiva se aúnan en un solo lugar… nuestro cuerpo.

Por lo tanto, preguntarse por el sentir emocional, no es distinto a preguntarse por el sentir corporal… haz lo siguiente: Siente tu cuerpo ¿Qué duele? ¿Qué molesta? ¿Qué se irrita? ¿Qué se infecta? ¿Qué se inflama? Y luego siente ¿Qué te quiere decir esto? ¿Cómo es ese dolor… aprieta, quema, punza?, escucha estas señales, son tus emociones que piden a gritos ser escuchadas.

Grecco (2015), plantea que los afectos no expresados retornan como afección, pero no retornan en cualquier lugar, sino que la geografía corporal impone ciertas condiciones de expresión a los afectos. Cada tipo de emoción se liga a órganos, vísceras, partes del cuerpo determinadas. Un ejemplo: al nacer nos separan de la placenta y esto representa nuestra primera pérdida. El corte del cordón umbilical obliga a respirar pulmonarmente. El bebé descubre los pulmones a partir de una pérdida y esto explica la razón de que los pulmones se vinculan con la tristeza.

Parte importante de liberar a órganos y sistemas de esta carga emocional, y por lo tanto parte fundamental del trabajo de sanación es, tomar consciencia de aquellas emociones que habitan en cada uno de nosotros. Una dolencia particular, un malestar, un síntoma o una enfermedad, pueden ser una gran chispa de luz que envía nuestro cuerpo para que nos demos la oportunidad de mirarnos y sentirnos, de ir a ordenar lugares olvidados en nosotros mismos, sacar basura, ventilar, abrir ventanas, sacudir, y llenar espacios con aquello que conscientemente deseamos para nuestra vida.

Gran cantidad de estas emociones guardadas y empolvadas en nuestro cuerpo, ni siquiera nos pertenecen, son emociones heredadas de nuestros padres, abuelos, tatarabuelos y más! Por lo cual, despertarlas y dejarlas salir, nos libera de manera personal, pero también libera a todo un sistema familiar, y por consecuencia, libera y descarga energía densa de toda la humanidad.

Cómo descubrir y dejar salir estas emociones no es tarea fácil, es posible liberar hasta las más arraigadas de las creencias cuando estamos dispuestos a sanar, asumiendo la responsabilidad por nuestra salud y bienestar. Especialmente si estamos dispuestos a escucharnos, poner atención a lo que sentimos, cambiar la mirada que tenemos hacia lo externo, hacia los demás, y mirar nuestro espacio interior, leyendo en él los mensajes sagrados que envía el alma con el propósito de despertar nuestra consciencia y potenciar nuestra evolución.

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